Por Andrés Díaz
Este personaje que también era identificado como “el hombre perro” de Santo Domingo,deambulaba de un lado a otro por diferentes barrios de la capital, aunque era más asiduo a la parte céntrica de la capital y era visto con frecuencia en Ciudad Nueva, la Zona Colonial y Gascue entre otras.
Por lo general andaba con más de cinco perros hembra y macho, en
ocasiones hasta recién nacidos que llevaba en brazos con su
característico guante negro en una de sus manos, se detenía en medio de
cualquier vía para detener a los carros y conductores y ceder el paso a
sus amigos o protegidos.
Novedoso era el hecho de que cada uno de sus perros tenía su nombre al que respondía al escuchar la voz del amo, tales como Lourdes, Jaragan, Pedro, Luis, Sofía, Juana, Pequeño, Jabao, entre otros, con quienes emprendía diariamente un víacrusis en busca de sustento que iniciaba bien temprano y no tenía hora para concluir.
Rafael fue visto muchas veces tarde de la noche abatido al igual que sus perros por el cansancio de la jornada diaria y se echaba en cualquier acera o contén rodeado de sus leales amigos, a quienes defendía con uña y diente de cualquier agresión particular.
Hace poco más de un año que murió Rafael o el hombre perro, dejando en la orfandad a más de cuarenta perros y perras, abandonados en un solar en uno de los barrios populosos de la parte alta de donde fueron desalojados.
Hoy su primo Francisco se hizo cargo de la insólita herencia de cargar con 47 perros que por no tener donde albergarlo se tuvo que desprender de ellos, algunos murieron, mientras otros tomaron nuevos caminos en busca de otro Rafael que se dedique a su existencia.
Finalmente, Francisco se vio en la obligación de quedarse con dos perros de nombre “Jartura y Muerto de hambre¨ con quienes emprendía la misma ruta diaria de su fallecido primo.
Cuenta Francisco que hace poco falleció Muerto de hambre, a quien dice lloró como a nadie en la vida e incluso más que lo hizo cuando murió su padre.
Expresó que con la muerte este perro perdió un amigo, un hermano y un compañero de la lucha diaria por la supervivencia.
Francisco se ha quedado solo con Jartura a quien cuida con esmero y con quien comparte su trajinar de las calles tal vez con la loca esperanza de que algo bueno ha de ocurrirle a él y a Jartura, que cambie sus vidas, quien sabe cuando ni qué.
Novedoso era el hecho de que cada uno de sus perros tenía su nombre al que respondía al escuchar la voz del amo, tales como Lourdes, Jaragan, Pedro, Luis, Sofía, Juana, Pequeño, Jabao, entre otros, con quienes emprendía diariamente un víacrusis en busca de sustento que iniciaba bien temprano y no tenía hora para concluir.
Rafael fue visto muchas veces tarde de la noche abatido al igual que sus perros por el cansancio de la jornada diaria y se echaba en cualquier acera o contén rodeado de sus leales amigos, a quienes defendía con uña y diente de cualquier agresión particular.
Hace poco más de un año que murió Rafael o el hombre perro, dejando en la orfandad a más de cuarenta perros y perras, abandonados en un solar en uno de los barrios populosos de la parte alta de donde fueron desalojados.
Hoy su primo Francisco se hizo cargo de la insólita herencia de cargar con 47 perros que por no tener donde albergarlo se tuvo que desprender de ellos, algunos murieron, mientras otros tomaron nuevos caminos en busca de otro Rafael que se dedique a su existencia.
Finalmente, Francisco se vio en la obligación de quedarse con dos perros de nombre “Jartura y Muerto de hambre¨ con quienes emprendía la misma ruta diaria de su fallecido primo.
Cuenta Francisco que hace poco falleció Muerto de hambre, a quien dice lloró como a nadie en la vida e incluso más que lo hizo cuando murió su padre.
Expresó que con la muerte este perro perdió un amigo, un hermano y un compañero de la lucha diaria por la supervivencia.
Francisco se ha quedado solo con Jartura a quien cuida con esmero y con quien comparte su trajinar de las calles tal vez con la loca esperanza de que algo bueno ha de ocurrirle a él y a Jartura, que cambie sus vidas, quien sabe cuando ni qué.
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