Miguelina Melenciano Serrano vende flores desde los 13 años.
Primero lo hacía en la calle El Conde, cuando todavía no era peatonal, luego en Las Mercedes esquina Palo Hincado y ahora, desde hace dos años, en la Plaza de las Flores.
Ubicada frente al parque Independencia, entre la 16 de agosto y la palo Hincado, a un costado del Fuerte de la Concepción, este corto boulevar de unos pocos metros enlaza la avenida Mella con la Bolívar.
Ya con 41, Miguelina se siente orgullosa de ser florista. ¿Su especialidad? Las rosas. Conoce el significado de los colores y las formas y aconseja regalar estas o aquellas según la ocasión.
Los peatones que pasan por allí le dicen que es una artista, le preguntan cuánto cuestan los arreglos y ella, como buena vendedora, les responde que depende, que algunos más, otros menos, entre 500 y 600 (una ganga considerando lo bien hechos que se ven y lo caro que están en las grandes floristerías). ¿Y si no tengo tanto?, preguntan algunos. “Yo te lo acomodo”, responde Miguelina.
Si los clientes se muestran entre interesados y dudosos, Miguelina les pide el teléfono, les dice que sigan paseando y que si quieren ella les reserva el arreglo para cuando vuelvan. Y la gente acepta, porque Miguelina tiene algo que convence, un embrujo que parece haber tomado de las flores, de tanto bregar con ellas.
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CON ESTE NEGOCIO HA CRIADO A SUS HIJOS
“¿Una foto, ay, así tan fea como estoy? Bueno, pero sonriendo no, porque estoy mala de la gripe y tengo los ojos brotaos”. Miguelina posa cortando y arreglando las rosas sin dejar de hablar y sonreír. Vive en Haina y vender flores es lo único que ha hecho en toda su vida.
Con este trabajo ha criado a sus cuatro hijos, cuenta mientras sale de entre las flores, toma una rosa y la acomoda entre dos hileras de follaje verde.
¿Soltera, Miguelina? “Sí, no quiero hombre en mi camino, así estoy mejor, tengo cuatro bellos hijos (una hembra y tres varones) que no me dan tormento”. Mira el arreglito, le agrega dos flores, una blanca y otra amarilla, y más follaje. A Miguelina, que suele dejar el boulevar a las 8:00 de la noche, le gustan las rosas blancas y rosadas, los lirios y los gladiolos. Amarra el ramito, lo mira y se lo pasa a esta curiosa que hoy ha querido elogiar su trabajo. Un trabajo honesto, hermoso y delicado que convierte la Plaza de las Flores en una de las estampas más bonitas de la ciudad.
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Yaniris López
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